
MENSAJE DEL PAPA LEÓN XIVA LOS PARTICIPANTES EN LA SEGUNDA CONFERENCIAANUAL SOBRE INTELIGENCIA ARTIFICIAL, ÉTICA Y GOBIERNO CORPORATIVO
Con motivo de esta Segunda Conferencia Anual de Roma sobre Inteligencia Artificial, extiendo mis mejores deseos a los participantes. Su presencia atestigua la urgente necesidad de una reflexión seria y un debate continuo sobre la dimensión inherentemente ética de la IA, así como sobre su gobernanza responsable. A este respecto, me alegra que la segunda jornada de la Conferencia tenga lugar en el Palacio Apostólico, lo que es una clara indicación de la voluntad de la Iglesia de participar en estos debates que afectan directamente al presente y al futuro de nuestra familia humana.
Junto con su extraordinario potencial para beneficiar a la familia humana, el rápido desarrollo de la IA también plantea preguntas más profundas sobre el uso adecuado de dicha tecnología para generar una sociedad global más auténticamente justa y humana. En este sentido, aunque sin duda es un producto excepcional del genio humano, la IA es «ante todo una herramienta» (PAPA FRANCISCO, Discurso en la Sesión del G7 sobre Inteligencia Artificial,14 de junio de 2024). Por definición, las herramientas apuntan a la inteligencia humana que las creó y extraen gran parte de su fuerza ética de las intenciones de los individuos que las manejan. En algunos casos, la IA se ha utilizado de manera positiva y, de hecho, noble para promover una mayor igualdad, pero también existe la posibilidad de que se utilice indebidamente para obtener beneficios egoístas a expensas de otros o, lo que es peor, para fomentar el conflicto y la agresión.
Por su parte, la Iglesia desea contribuir a un debate sereno e informado sobre estas cuestiones urgentes, subrayando sobre todo la necesidad de sopesar las ramificaciones de la IA a la luz del «desarrollo integral de la persona humana y de la sociedad» (nota Antiqua et nova, 6). Esto implica tener en cuenta el bienestar de la persona humana no sólo material, sino también intelectual y espiritual; Significa salvaguardar la dignidad inviolable de cada persona humana y respetar la riqueza y la diversidad cultural y espiritual de los pueblos del mundo. En última instancia, los beneficios o riesgos de la IA deben evaluarse precisamente de acuerdo con este criterio ético superior.
Lamentablemente, como señaló el difunto Papa Francisco, nuestras sociedades actuales están experimentando una cierta «pérdida, o al menos un eclipse, del sentido de lo humano», y esto a su vez nos desafía a todos a reflexionar más profundamente sobre la verdadera naturaleza y singularidad de nuestra dignidad humana compartida (Discurso en la Sesión del G7 sobre Inteligencia Artificial, 14 de junio de 2024). La IA, especialmente la IA generativa, ha abierto nuevos horizontes en muchos niveles diferentes, incluida la mejora de la investigación en atención médica y el descubrimiento científico, pero también plantea preguntas inquietantes sobre sus posibles repercusiones en la apertura de la humanidad a la verdad y la belleza, en nuestra capacidad distintiva para comprender y procesar la realidad. Reconocer y respetar las características únicas de la persona humana es esencial para el debate sobre cualquier marco ético adecuado para la gobernanza de la IA.
Estoy seguro de que todos estamos preocupados por los niños y los jóvenes, y por las posibles consecuencias del uso de la IA en su desarrollo intelectual y neurológico. Hay que ayudar a nuestros jóvenes, y no obstaculizarlos, en su camino hacia la madurez y la verdadera responsabilidad. Ellos son nuestra esperanza para el futuro, y el bienestar de la sociedad depende de que se les dé la capacidad de desarrollar los dones y capacidades que Dios les ha dado, y de responder a las demandas de los tiempos y a las necesidades de los demás con un espíritu libre y generoso. Ninguna generación ha tenido un acceso tan rápido a la cantidad de información que ahora está disponible a través de la IA. Pero, una vez más, el acceso a los datos, por extensos que sean, no debe confundirse con la inteligencia, que necesariamente «implica la apertura de la persona a las cuestiones últimas de la vida y refleja una orientación hacia la Verdad y el Bien» (Antiqua et Nova, n. 29). Al final, la sabiduría auténtica tiene más que ver con el reconocimiento del verdadero sentido de la vida, que con la disponibilidad de datos.
A la luz de esto, queridos amigos, expreso mi esperanza de que vuestras deliberaciones consideren también la IA en el contexto del necesario aprendizaje intergeneracional que permita a los jóvenes integrar la verdad en su vida moral y espiritual, informando así sus decisiones maduras y abriendo el camino hacia un mundo más solidario y unitario (cf. ibíd., 28). La tarea que se le ha asignado no es fácil, pero es de vital importancia. A la vez que os doy las gracias por vuestros esfuerzos ahora y en el futuro, invoco de corazón sobre vosotros y sobre vuestras familias las bendiciones divinas de la sabiduría, la alegría y la paz.